Muchas personas creen que sus pensamientos y emociones son fácilmente disimulables ante los demás o que incluso no tienen un impacto en nuestro cuerpo y en nuestra apariencia. Esto no sólo no es así, sino que es lo opuesto a la realidad. Nuestros pensamientos generan emociones y estas se transmiten a cada célula de nuestro hígado, nuestros huesos o nuestra piel siente y, en muchos casos, padece cada una de nuestras emociones.
Un ejemplo muy evidente es el caso de cuando nos enamoramos. Estamos tan felices que literalmente brillamos, desprendemos alegría y, sin duda alguna, estamos mucho más guapas. Al contrario, en un momento de gran decepción o tristeza, no hay maquillaje que pueda mejorarnos la cara porque, como dice el dicho, “la cara es el reflejo del alma”. Por suerte o por desgracia, no podemos vivir en un estado permanente de enamoramiento, pero lo que sí podemos es trabajar con nuestros pensamientos y emociones para que den lo mejor de nosotras mismas y de nuestro aspecto a diario.
La primera de las actitudes que suponen un cambio de 180 grados es la de la confianza personal. Afrontar la vida confiando en nosotras mismas y en que todo saldrá bien, tiene un efecto instantáneo en nuestro físico. Nuestro porte y nuestro caminar son radicalmente diferentes cuando en nuestro interior sabemos que tenemos los recursos necesarios para hacerle frente a la vida y que, si no es así, lograremos salir adelante pase lo que pase. Sabes cómo camina y cómo mira una mujer así ¿verdad? No se trata de vanidad ni soberbia, es pura confianza en una misma.
Acompañando a la confianza personal, está la confianza en la vida: el optimismo de saber que todo va a salir bien de una u otra forma cambia nuestra actitud y nuestra mirada. Se dice que unas veces se gana y otras se aprende lo que, bien mirado, es ganar todas las veces. Cuando nos tomamos la vida como una serie de experiencias que van a ser siempre positivas –aunque no sean siempre las que nosotras querríamos- nuestra mirada es diferente: más vital, más esperanzada y, por supuesto, más brillante. Podríamos decir que el optimismo es mejor que el mejor eye liner.
Por último, busca motivos para sonreír a diario. No que fuerces una sonrisa, no. Que busques algo que te saque una sonrisa de verdad cada día: da igual si es ver videos de gatitos, ponerte una canción que te anime… en realidad da igual lo que sea. El cambio en nuestra cara es evidente porque, cuando sonreímos de verdad, no sólo sonríe nuestra boca, sino también nuestros ojos. Y mucho más allá, la sonrisa envía al cerebro el mensaje de que todo está bien, por lo que refuerza los dos mecanismos anteriores y nos da más motivos para seguir sonriendo
Así que ya sabemos empezar el día sonriendo es la mejor opción para comenzar nuestras semanas de la mejor manera.